domingo, 28 de agosto de 2011

Me arrepiento

¿De cuántas cosas nos hemos arrepentido alguna vez? Es obvio que "lo hecho, hecho está" pero también es cierto que muchísimas veces, al acostarnos y pensar en lo sucedido durante ese día o días nos imaginamos la alternativa a esa decisión que habíamos tomado. También es cierto que por mucho que nos arrepintamos de alguna decisión nunca sabremos si la otra opción a tomar habría sido más satisfactoria para nosotros; el destino es caprichoso y seguro que cualquier psicólogo nos dirá que tenemos que ser positivos y no mirar para atrás. Pues bien, en este blog haré lo que no se debería de hacer... hacer un pequeño recorrido hacia atrás, hacia muy atrás y enumerar aquellos momentos en que la decisión tomada se debió más al lanzamiento de una moneda o al calentor de ese instante. Nunca sabremos los posibles desenlaces, a no ser que existan mundos paralelos al estilo Fringe.

El primer cara y cruz significativo lo recuerdo cuando tenía 17 años, hacía COU y nos pasaron unos formularios para rellenar en ese mismo instante en que nos encuestaban sobre nuestras preferencias para escoger carrera universitaria. No sabíamos que la encuesta era en verdad la inscripción definitiva. Cuando nos enteremos días después de la verdad fue todo un caos, pero ya estaba hecho y había marcha atrás. Yo puse Ciencias de la Educación, al menos estaba relacionado con la educación, primer objetivo que siempre tuve. Ese año que pasé en la UAB haciendo Pedagogía y Geografía está claro que me marcó de manera especial, habría sido todo muy diferente si hubiese iniciado Magisterio, otros compañeros/as, otras aventuras.

El segundo momento fue claro... ocurrió en el último año de carrera, en septiembre, en el último exámen que tenía y último escollo para conseguir mi título. La situación era difícil, complicada. El profesor de Historia era un hueso duro de roer y estaba muy cabreado con ciertos personajes de nuestra clase porque nos sorprendieron en unas colonias hablando de sus relaciones extramatrimoniales con la profesora de Geografía, y para colmo su mejor amigo era el Rector de la Universidad. De 22 alumnos 17 estábamos en septiembre y solamente yo aprové, pero no fue de manera muy ética. Estaba convencido que la pregunta a desarrollar sería la Europa del Carbón y sus implicaciones en la Inglaterra Industrial; me preparé bien el tema y además hice un facsimil del exámen, hice "el cambiazo" con la mirada de mis compañeros que sabían que lo haría. Era la primera y última vez en mi vida que hacía una trampa en un exámen, valió la pena. Días después, esperando en un pasillo a unos amigos, el profesor de historia tropezó y se le cayeron los papeles que tenía en su carpeta, le ayudé a recogerlos y casualmente vi mi exámen y la nota que ponía (5,5). Fue un momento muy especial, por un lado estaba eufórico y satisfecho de sentirme ya profesor de EGB y por la otra estaba triste y asqueado porque si yo había obtenido una nota tan baja haciendo un examen perfecto la nota de mis compañeros/as habría sido peor. En efecto, nadie más llegó al 5, el regreso en coche hasta casa fue muy desagradable, yo no podía exaltarme en mi alegría porque mis 4 compañeras de coche tenían que repetir asignatura al año siguiente y estaban desoladas. ¿Que habría pasado si no hubiese hecho el cambiazo? quizás habríamos aprovado más gente o quizás habría perdido un año repitiendo curso y eso habría evitado que yo me pusiese a trabajar inmediatamente, con lo que toda mi trayectoria laboral habría sido diferente.

Otro momento significativo fue cuando estaba en mi sexto año trabajando de auxiliar de conversa, esta vez bastante incómodo al tocarme colegios de Santa Coloma. Un amigo de por entonces me recomendó para sustituirle en su puesto de microinformático en un portal de internet (Telepolis). Me arriesgué en cambiar de profesión, estaba ilusionado, pero la opción de seguir en un sitio ya conocido pudo haber cambiado totalmente mi trayectoria profesional.

Por último, el más reciente, y el único que no hace referencia a la parte laboral. La relación con mi mejor amigo se fue alejando poco a poco y llegó un momento en que me dijo que necesitaba tiempo, todo ello via mail. Varias veces estuve tentado en coger el teléfono, llamarlo y dejar más clara la situación. A medida que iba pasando el tiempo, las semanas, los meses, ese momento se repitió varias veces. Nunca sabré si esa llamada de teléfono habría aclarado la situación y dado la vuelta o bien todo lo contrario. Han pasado varios años desde entonces y la alternativa a llamar ha desaparecido. Me arrepiento de los primeros momentos, en que quizás esa llamada habría solucionado el "affair", más tarde la llamada habría servido para conocer las razones que podían haber, actualmente ya no hay ni ese interés, el tiempo convierte los momentos desagradables en agua pasada y nos quedamos únicamente con los recuerdos que nos gustan.

Hay días que deberíamos de tener algun aparato para conectar/desconectar la función de "día de la marmota" :)

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